Me siguen

martes

La vida sigue...

Y donde no diluvia... la tierra tiembla y el mar engulle, derribando, sepultando y anegando todo lo que se le pone por delante. Y fuera de los fenómenos meteorológicos, la economía no levanta cabeza, el paro no decrece, y una bomba ha volado por los aires junto a 200 personas más…
A todas horas, todos los días, es lo que escuchamos, es de lo que hablamos, pensamientos tristes nos rondan  la cabeza y un nudo en el estómago o en la garganta nos confirman el pánico que sentimos a que nos toque a nosotros, si aún no nos ha sucedido: que perdamos la salud, el trabajo, no tener casa, o que se nos inunde, o se desplome, que no tengamos alimentos, ni agua… Ni la película de terror más laureada podrá conseguir nunca crearnos ese estado de miedo y terror, en el que últimamente vivimos. 

Sí, la vida y sus condiciones a veces son  inseguridad y cambio por más que nos  empeñemos en asegurarla, hay cosas, hechos... fenómenos que están fuera de nuestro poder y control, y en un solo segundo, podemos perder absolutamente todo lo que tenemos y que tanta lucha y esfuerzo nos ha costado. Pero no paremos ahí nuestros pensamientos, nuestros mensajes ni las imágenes que vemos de desolación, impotencia y sufrimiento, porque si seguimos pensando, hablando... escuchando y viendo, de pronto también  aparece la VIDA entre el agua o los escombros y la sangre… y llegan  otras vidas solidarias aportando su esfuerzo físico, dinero, alimentos, ropa... abrazos, consuelo... para ayudar a la reconstrucción, para paliar la escasez, para volver a empezar.
Y es entonces cuando caemos en  cuenta... lo verdaderamente importante es la vida.
En ese segundo en que se pierde todo lo material... los que aún siguen respirando y siguen con vida, por algún lado asoma la  esperanza, llega la  ayuda y hay medios para un nuevo comienzo.

Nos afanamos por acumular dinero o posesiones, lo convertimos en el propósito de nuestra vida y a ello sometemos salud, bienestar, relaciones y felicidad, y solo cuando todo lo material desaparece despertamos a la verdad: ¡estoy vivo (a), no estoy solo (a), puedo seguir…! Y esa valoración, esa humildad y agradecimiento, es el empuje que necesitamos.

No tenemos poder sobre lo que no podemos controlar, pero el ser humano tiene el poder y la libertad, en todo momento, de elegir su actitud, su respuesta, ante cualquier situación y circunstancia, además cuenta con su excepcional poder creativo y resolutivo, su valor, resistencia, espíritu de superación, entusiasmo y esperanza que junto con la solidaridad y fuerza de muchas personas le devuelven la ilusión, la esperanza para volver a sonreírle a la vida.

La vida sigue…

Para todas las personas del Japón y sus familias, un abrazo cariñoso y todo mi apoyo.

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