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Flexible... es saber escuchar... comprender y... ser pacientes.

La flexibilidad es saber adaptarse fácilmente a las circunstancias...  a los tiempos y a  las personas...
es saber rectificar oportunamente nuestras actitudes y puntos de vista para lograr un mejor entendimiento y convivencia con los demás.

Flexibilidad no es ceder para evitar conflictos, no significa dejarse llevar y ser condescendientes con todo y con todos... significa saber escuchar, comprender y tener paciencia.


La vida tiene una infinidad de matices, de colores dentro de una escala, como tantas veces hemos escuchado pero aparentemente tan difícil de poner en práctica en nuestra cotidianidad. No nos movemos en lo absoluto del blanco al  negro de nuestras ideas y creencias, sino que podemos matizar esos colores en escalas de grises que nos permitan intercambiar nuestros paradigmas con los del mundo exterior, ayudándonos a tener una vida más armoniosa con nuestro entorno.

Esto tiene que ver con la idea de flexibilizar-nos...  de lograr compartir con los otros a partir de nuestro deseo de intercambiar, y no desde nuestra necesidad de imponernos. Esa flexibilidad nos permitirá sentirnos más relajados en nuestras relaciones, dejando de tener expectativas sobre lo que queremos, y aprendiendo a tomar de los otros lo que tienen para ofrecernos desde su propia espontaneidad, desde lo que son en esencia; y no desde lo que tienen que ser para ser aceptados por nuestras imposiciones.

Y este ejercicio de flexibilización con el entorno tiene aún una consecuencia más beneficiosa y más hermosa para nosotros mismos: la posibilidad de ser más tolerantes con nuestras propias expectativas, con lo que esperamos de nosotros mismos; con la posibilidad de dejarnos de imponer ideas y comenzar a cuestionarlas, permitiéndonos bajar nuestros niveles de ansiedad y siendo más comprensivos con nuestras propias metas y con la posibilidad de no alcanzarlas en el tiempo originalmente establecido.

Podemos rescatar aquella vieja teoría que Charles Darwin postuló a principios del siglo XIX, en relación con la supervivencia del más apto, para reflexionar que ese ser al que se refería en términos de nuestra humanidad tiene que ver con aquel individuo que se adapta con más facilidad a su entorno, el que opone menos resistencia al cambio y a las ideas de otros, en fin, con aquel que muestra mayor capacidad de flexibilidad.

¿Cómo podemos aprender a ser flexibles? 

En primer lugar, aprendiendo a escuchar dejando a un lado la necesidad de elaborar una respuesta inmediata para nuestro interlocutor. Escuchar significa comprender lo que nos dicen, sin tener que refutarlo para imponer nuestro criterio. Significa entender qué nos quiere decir quien nos habla y reflexionar si podemos aprender de aquellas ideas que nos quiere comunicar.

En segundo lugar, cultivando la paciencia, permitiéndonos siempre tomarnos un tiempo antes de reaccionar y querer mostrar lo que creemos, pensando si es importante plantear en ese momento nuestras ideas, o si por el contrario podemos esperar un momento más oportuno o simplemente permitiendo que sean los otros los que se manifiesten.

En tercer lugar, comprendiendo que el respeto hacia nuestras ideas y creencias pasa necesariamente por comenzar a ofrecer ese respeto hacia las ideas y creencias de los otros, no importa si nos parecen descabelladas o no las podemos comprender. A fin de cuenta, el hecho de que no compartamos las ideas o creencias en su totalidad de los demás,  no quiere decir que tengamos que imponer nuestro criterio desde la trinchera de nuestra razón.

Espero  que mis palabras sean una herramienta de reflexión y crecimiento.