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sábado

Es importante saber agradecer... ¡todo llega para algo maravilloso!

Éxito... predisposición... suerte...




La suerte se consigue cuando se logra adquirir experiencia en no dejar ir las oportunidades que se nos presentan...
las supersticiones están muy arraigadas en cada uno, según la cultura, la crianza y el medio en el que nos hemos desenvuelto, así que les comparto este maravilloso artículo con la absoluta seguridad que a algún suertudo le va a servir mucho y a un malhadado mucho más.

¡Qué suerte poder contar con artículos como este!!!

Me han impresionado las conclusiones a las que ha llegado Richard Wiseman, un psicólogo que ha dedicado años a estudiar el fenómeno de suerte. Había que estudiarla, era urgente. De entrada, por mucho que las personas se crucen con gatos negros en su camino, rompan espejos o pasen debajo de una escalera, los hados no les van a tratan mejor ni peor que al resto.
Si a alguno le cabe la duda, le confesaré que lo afirmo con esta rotundidad porque se ha comprobado en base a diversos estudios sistemáticos. Descartada pues la superstición… ¿queréis que rasquemos debajo de la suerte y veamos si la podemos mejorar?
Para ello, Wiseman reclutó a un grupo de 400 personas de edades y profesiones variadas. Los dividió en dos bandos a tenor de sus obras y milagros: los suertudos y los malhadados. ¿En qué bando se sitúa intuitivamente mi lector? Si no está seguro, atento a lo que viene, que es revelador. Durante diez años, suertudos y malhadados escribieron diarios, contestaron cuestionarios y realizaron tests de inteligencia. Al final, quedó claro que su comportamiento y sus pensamientos justificaban en gran medida la suerte que arrastraban.
Durante uno de los experimentos más gráficos que se llevó a cabo durante esta investigación, todos recibieron un periódico del que tenían que contar las fotografías. Los suertudos tardaban unos segundos y los del bando de la mala suerte tardaban dos minutos. ¿Por qué? En la segunda página del periódico había un anuncio enorme que decía: “En este periódico hay 43 fotografías. Deja de contar”. Estaba allí a la vista para todos, pero los suertudos tendían a fijarse en el anuncio y los de la mala suerte, no.
Inteligencia Emocional y Social: La escuela de la buena suerte
Uno de los seres más perjudicados por la superstición al haber estado asociado desde bien antiguo a la mala suerte: el gato negro (imagen: usuario de Flickr).
Había un segundo anuncio en el periódico: “Deja de contar. Dile al investigador que has visto este anuncio y te dará 250 euros”. La mayoría de los del bando de la mala suerte no se fijaban siquiera en el anuncio porque estaban obsesionados contando fotografías… De hecho, sabemos que la gente que dice tener mala suerte está más tensa y ansiosa que la suertuda. Y es que la ansiedad nos impide abrirnos a las cosas, fijarnos en lo inesperado.
Cuanto más te empeñas en encontrar algo concreto, menos cosas percibes, porque tu cerebro se centra solo en lo que buscas. Así que pierdes oportunidades. Te pasa cuando vas a una fiesta empeñado en encontrar a la pareja perfecta: probablemente no la encuentres, pero es que además no intentarás siquiera hacer amigos. Sería más productivo ir a las fiestas abierto a la posibilidad de descubrir allí a tu media naranja, claro, y también firmemente decidido a disfrutar en cualquier caso conociendo a personas que podrían resultar divertidas o interesantes- por ejemplo, todas aquellas que lleven algo rojo. ¡Sistematiza tu suerte, provócala!
Al final de sus investigaciones, Wiseman creó una Escuela de la Buena Suerte, guiada por un principio maestro: las personas que tienen buena suerte buscan activamente las oportunidades y crean posibilidades para que pase algo distinto en sus vidas. Piénsalo: es muy fácil agotar las posibilidades en tu vida porque tiendes a ver siempre a las mismas personas, a decir las mismas cosas, a ir a los mismos sitios… Pronto, ya no queda nada nuevo para ti. Pero si provocas situaciones distintas, nuevas oportunidades se presentan. ¡Eso es suerte!
Otro principio de la escuela de la buena suerte es considerarse afortunado siempre que puedas. Imagina que estás en un banco, entra un ladrón con una pistola y te dispara en el brazo. Las personas suertudas sentirán que han tenido suerte de que el disparo les haya alcanzado el brazo, en vez de la cabeza o el corazón… ¿Y tú?
Los resultados de la escuela de la buena suerte son llamativos: el 80% de las personas que aplicaron sus principios durante un mes mejoraron su suerte de forma radical. Así que aunque sea tentador dejarlo todo en manos de la suerte, pensar que las cosas han de ocurrir por si solas… la verdad es que muchas cosas están en nuestras manos. Allí fuera, las oportunidades están esperando a que nos fijemos en ellas, a que les hagamos un lugar consciente para que puedan ayudarnos a transformar nuestras vidas a mejor.
Elsa Punset
Reproducido con el permiso de la revista Telva
                                                                                              Fuente:http://www.inteligenciaemocionalysocial.com/893/uncategorized/la-escuela-de-la-buena-suerte

Les deseo Buena Suerte... mucho éxito en todo lo que emprendan... todo está en nuestras manos.





miércoles

Confundimos la vulnerabilidad con la debilidad?

Hoy quiero compartir éste vídeo...Una excelente charla/conferencia sobre las emociones, la verguenza, los miedos al que diran... o miedos si me expreso como siento. Que bueno es poder enseñar a nuestros hijos a ser vulnerables, a sentir, a conectar con los demàs a fracasar y a triunfar, en una palabra a vivir, sin temor a que los clasifiquen a que los etiqueten. Mi propuesta: Hay que mirar con el corazón y así entendemos que todos realmente somos vulnerables. Brené Brown es una investigadora en ciencias sociales cuyo trabajo, según explica en este vídeo, ha cambiado su vida. En base a cientos de miles de entrevistas, grupos de discusión y lectura de historias personales, Brown quiso investigar lo que subyace tras las conexiones humanas. Sabemos desde hace tiempo que la habilidad de sentirse conectados es algo fundamental, anclado en lo biológico y en lo social, pero, ¿qué pasa cuando no te sientes conectado? ¿Y por qué algunas personas se sienten conectadas, y otras no? ¿Qué hay detrás del sentimiento de conexión o de desconexión? En esta interesante charla, la Dra. Brown habla del sentimiento de pertenencia de las personas, de la vergüenza que aflora cuando no logramos esta sensación de pertenencia, de la diferencia entre vulnerabilidad y debilidad… ¿Qué personas se pueden permitir el lujo de ser vulnerables, cómo lo hacen y por qué? ¿Qué nos pasa cuando intentamos no ser vulnerables, qué coste psicológico tiene? Brené Brown da algunas pistas interesantes en este sentido. Asegura, por ejemplo, que “si adormeces o evitas determinadas emociones, tiendes a adormecer todas las emociones”. Es decir, que si das la espalda a la tristeza y a la ira, es probable que tu capacidad de sentir alegría o gratitud también quede muy mermada. Para leer los subtítulos de la conferencia, pincha en View subtitles y elige el idioma Spanish. Fuente:http://www.inteligenciaemocionalysocial.com/908/uncategorized/%C2%BFconfundimos-la-vulnerabilidad-con-la-debilidad

lunes

Un día como hoy... hace 87 años


Muere Gaudí.

He estado en Barcelona en varias ocasiones e indudablemente el símbolo que representa mejor a la ciudad es el templo de La Sagrada Familia, la gran obra de Gaudí que no alcanzó a terminar.

He admirado no sólo el templo de la Sagrada Familia, sino todas sus obras, y hoy que he leído su biografía me ha maravillado aún más que sus obras, el ser humano genial, modesto y humilde que fue, es por esa razón que he tomado del blog de La Alacena de la Ideas este post que transcribo a continuación, porque  creo  que es una forma de rendirle un homenaje al insigne arquitecto, a su obra, pero sobre todo al gran hombre que fue Gaudí.

Cuántos de nosotros nos sentimos orgullosos y nos pavoneamos por cualquier cosa que hemos hecho bien en la vida, cuando existen hombres y mujeres que verdaderamente han logrado con sus obras dejar plasmadas grandes aportaciones y sencillamente pasan por la vida con una extraordinaria humildad. Mi reflexión: deberíamos aprender de esos grandes seres y dejar de vivir de orgullos y apariencias.

"La genialidad suele estar relacionada por norma con la excentricidad y alguien como Gaudí se destacaría sobremanera en todos los campos y facetas, empezando por su prolija aportación al arte universal y continuando por las prácticas cotidianas que llamarían la atención de los vecinos, porque el joven Antonio tuvo a todo un maestro en esto de las “rarezas”. Estamos en el siglo XIX y su padre es un firme defensor de la hidroterapia, recomienda los paseos descalzo por la hierba, el rigor alimenticio y la ahora ya extendida costumbre de tomar la fruta antes del almuerzo. Los Gaudí toman parte de la naciente casa Danone y expanden con fervor las propiedades beneficiosas del yogur. El joven Antonio, un devotísimo católico y un piadoso hombre, vivirá de acuerdo a normas de un ascetismo supino, siempre con una extraordinaria modestia en el vestir, sin concesión alguna al lujo y convencido de la necesidad de la castidad. Jamás casaría ni tendrá trato sexual alguno.

Sin duda, el símbolo que representa mejor a la ciudad de Barcelona es el magnífico templo de la Sagrada Familia, diseñado por el reconocido arquitecto catalán Antonio Gaudí, y que está en construcción desde el año 1882. Ubicada en el Ensanche, la zona modernista por excelencia de España, se puede hacer perfecta referencia a este espacio urbano como la ruta del “art nouveau” y de Gaudí. Icono de la arquitectura modernista y referencia estética mundial, es el segundo monumento más visitado de España por detrás y a muy poca distancia de la Alhambra. Su compleja construcción que se dilata por espacio de más de 130 años privó al creador de verla concluida. De hecho sólo la fachada del Nacimiento estaba acabada en vida de Gaudí. No obstante, el maestro sabía que jamás podría ver terminada su gran obra, así que Gaudí estaba consciente de que no iba a terminar este ambicioso proyecto en vida, así que hizo planes para que su obra pudiera ser llevada a cabo por distintas generaciones y por ello estableció un diseño en el que podía llevarse a cabo la construcción de sus fachadas y testeros de manera independiente, además de que cada una estaría influida por los estilos arquitectónicos característicos de cada generación que las fuera concluyendo.

El diseño del proyecto se hizo con puras formas geométricas y se dejó muy clara la relación existente entre ellas, para que pudieran ser interpretadas por quienes siguieran la construcción del Templo. Sólo había en el diseño una premisa a seguir: el aborrecimiento de Gaudí por las líneas rectas. Un modernista como él, que basa sus creaciones en la emulación de la naturaleza, detesta la recta, que no existe en el mundo natural ni había de estar en la Sagrada Familia. Las columnas tienen forma de árbol, con las que además del sorprendente efecto óptico, consiguió distribuir los mejor los pesos y evitar elementos de soporte externos al edificio.

Rubio, de ojos azules, parco en palabras, generoso el trato... comía con frugalidad, vestía ropa vieja, ya gastada, se desplazaba a pie por la ciudad y su aspecto descuidado le llevó a que lo confundieran con un mendigo. Jamás proyectaba sus obras en planos, prefiriendo siempre realizar montajes que ayudaban a visualizar mejor sus ideas. Se ayudaba de maquetas a escala y creó lo que él llamaba “funiculares”: de unos cordeles colgaba pequeñas bolsas con pesos en el interior que doblaban naturalmente la estructura. Calculaba así la forma que debía tener cada arco para sostener el mismo peso a escala real, empleaba espejos y fotografías invertidas y configuraba otras maquetas a las que llamó “estereofuniculares”, “maquetas estereoestáticas”...

Jamás habitó una casa construida por él. Residía en pensiones o en casas de alquiler; en los talleres de obra del Parque Güell mientras lo ejecutaba o en los intestinos de la Sagrada Familia, su última residencia. Incluso llegó a redactar un resumen de últimas voluntades en las que expresaba su deseo de morir en un hospital de beneficencia. Y la fe puso su voluntad en la mano. Era un 7 de junio de 1926; Antonio Gaudí acudía a diario a San Felipe Neri, donde escuchaba misa y le contaba sus cuitas al párroco, que escogió por confesor. En la Gran Vía Barcelonesa, cerca de la Calle Bailén, un tranvía de la línea 30 de la ciudad condal lo atropella y deja inconsciente. Los testigos acuden de manera rezongada a auxiliarlo. Su aspecto es el de cualquier pobre, el de cualquier mendigo que trasiega con la vida. Para colmo, encima no lleva documento alguno que lo identifique y sólo encuentran una pequeña bolsita con unos pocos de frutos secos y un Nuevo Testamento. Un Guardia Civil, apiadado de Gaudí, detiene un taxi y le indica al taxista que lo deje a la entrada del Hospital de Socorro de la Santa Cruz.

Sus colaboradores están extrañados que el metódico, serio y cumplidor genio no haya acudido a las obras de la Sagrada Familia. Al caer la tarde, el nerviosismo es rotundo y lo buscan por lo centros de salud hasta que la noche del 8 de junio lo encuentran en la Santa Cruz. El que lo identifica es el capellán de las inconclusas obras del Templo de la Sagrada Familia y el que da la voz de alarma. La ciudad, conmocionada, reacciona: los mejores médicos pasan por la cochambrosa habitación de Gaudí, pero poco se puede hacer ya por él. La gravedad de sus lesiones son contundentes y el 10 de junio, tal día como hoy de hace 87 años, fallece con la levedad ascética, con la humilde severidad de la que había hecho gala a lo largo de su vida.

El 12 de junio se le honra con unas exequias fúnebres que él desde luego, no habría aprobado. Pero es que acababa de morir el genio más contundente de la arquitectura española de los últimos 200 años y con toda probabilidad, el más original y creativo de los arquitectos modernistas del Mundo. A los 74 años de edad y en la plenitud de una carrera que nunca contó con mecenas y apoyos rimbombantes, Gobernadores, Cardenales, aristócratas y los arquitectos que aprendieron de él, la sociedad institucional entera catalana, acude a su sepelio.

Años después de su muerte, se estudia la posibilidad de abrir el expediente de santidad que la Causa para los Santos tenga a bien estudiar. A Roma llegan alegatos firmes y serios sobre curaciones alcanzadas prodigiosamente por la intercesión de Antonio Gaudí. Tal vez, el grandioso arquitecto fue también santo. Mientras lo decide Roma, lo cierto es que a los demás nos queda el prodigio incontestable de su capacidad innovadora y la sugestión de sus creaciones."