Lidiar con nuestra personalidad es asunto serio, conocernos a fondo nos permite desarrollar mejor nuestras habilidades e integrarnos con los demás, lo cual es fundamental para transitar por los caminos de la vida.
Einstein, dijo "Conocer a bien a los otros es inteligente, conocerse bien a si mismo, es sabiduría".
Considero más completa la que expresa el escritor italiano Valerio Manfredi en su novela "Alexandros. El Hijo del Sueño". Cuenta Manfredi que, Alejandro Magno, de regreso de una de sus campañas, visita la ciudad Delfos y, fascinado, se detuvo ante el santuario de Apolo y contempló las palabras esculpidas en letras de oro que pronunció Sócrates que decían: "Conócete a ti mismo". Crátero, que lo acompañaba, le preguntó "¿Qué significa esto, en tu opinión?"
Alejandro respondió:
"Es evidente. Conocerse a uno mismo es la tarea más difícil porque pone en juego directamente nuestra racionalidad, pero también nuestros miedos y pasiones. Si uno consigue conocerse a fondo a sí mismo, sabrá comprender a los demás y la realidad que lo rodea."
Para conocernos existe un camino... es la observación, ir observándose uno a sí mismo, sus reacciones, sus hábitos y la razón de por qué respondemos así. Observarnos sin críticas, sin justificaciones, sin sentido de culpabilidad ni miedo a descubrir la verdad, es la forma de conocernos a fondo.
Cuando nos adentramos en nuestro conocimiento, logramos aceptarnos y este solo hecho permite entender que cada uno de nosotros somos imperfectos, que esa es nuestra naturaleza y partiendo de esa base podemos intentar mejorar lo que nos está bloqueando, lo que en su momento creemos que no nos permite avanzar por los caminos de la vida.
Hay un proverbio chino que dice: "Cuando el ojo no está bloqueado, el resultado es la visión. Cuando la mente no está bloqueada, el resultado es la sabiduría, y cuando el espíritu no está bloqueado, el resultado es el amor."
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