Cada cosa
tiene su ritmo...
En la vida
diaria tenemos que aguantar muchas situaciones comunes, que a veces logran desesperarnos. Aprender a ver en cada una de ellas una oportunidad de poner a
prueba y acrecentar nuestra paciencia, es arte y un valor que podemos
desarrollar.
A todos nos gustaría que las cosas siguieran
el ritmo que queremos, progresar rápido
en cualquier actividad, reunir fácilmente el dinero para comprar lo que
deseamos, aprender rápidamente algo nuevo, resolver de golpe los problemas, etc., sin embargo, cada proceso que ocurre en el mundo tiene su propio
ritmo y debemos aprender a reconocerlo.
Si no esperas el tiempo indicado para
sacar las galletas del horno, van a quedar crudas; si no aguardas a que seque
el pegamento del modelo que estás armando, se deshará en tus manos; si no te
cuidas de la gripa el tiempo necesario, se convertirá en una enfermedad más
delicada.
¡Las plantas no crecen porque a ti te urja!
La paciencia, en un sentido, consiste en
comprender ese ritmo y aguardar a que los procesos se completen.
En otros casos, lo que se requiere es que la combinemos con la perseverancia,
sobre todo cuando se trata de una habilidad que queremos adquirir o de un
objetivo que deseamos alcanzar.
Otro valor relacionado con ella es el esfuerzo.
Para conseguir objetivos importantes no basta con un instante de paciencia... sino también perseverancia y esfuerzo.
La
paciencia es una emoción que nos protege contra problemas de ansiedad, mucho más en estos tiempos actuales donde todo lo exigimos o se nos exige para ya.
La
paciencia también significa soportar con autodominio y serenidad las
situaciones que no nos gustan. Pueden tratarse de casos muy sencillos: las
dificultades para transportarnos desde la casa al trabajo por el tráfico o la
incomodidad de los vehículos públicos, pero también nos sirve para soportar situaciones
mucho más difíciles: alguna carencia de dinero en un momento dado que nos ocasiona dificultades incluso para vivir, las enfermedades incurables o ... tantos otros sucesos que nos ocurren a diario y se escapan a nuestro control.
Muchas personas reaccionan a esas
circunstancias con ira o enojo, porque en realidad no han aprendido a tener paciencia, se desesperan, sufren de ansiedad y... lo peor de todo, no logran nada.
Quienes son pacientes en cambio, responden con calma e integridad y esto
les permite pensar en soluciones y tomar mejores decisiones.
No pienses
que ser paciente consiste en cruzarte de brazos. Se trata, más bien, de aceptar
con valor las pruebas que te pone la vida y tratar de aprovecharlas para
progresar y crecer, de ver en cada obstáculo una oportunidad. El ritmo de las
cosas no siempre favorece lo que nosotros queremos o planeamos, las demás
personas tienen sus propios planes y problemas y sólo en ciertos casos cooperan
con los nuestros. A veces parece que hasta los objetos están en contra nuestra: el
plato que se rompe, las llaves que se pierden, el móvil, el auto, etc, etc, tener paciencia nos permite soportar y, hasta donde es posible, controlar todos esos
problemas como también nos ayuda para salir adelante en casos donde no queda nada más por hacer…
En otras palabras, es mejor no desesperar, cuando sea necesario resistir con calma, pensar estrategias y soluciones y también tener paciencia con uno mismo.
Comienza a
trabajar tu paciencia, ser pacientes es algo con
mucho más valor de lo que parece y lo mejor… un factor de protección y prevención
hacia futuros problemas.
Este video de forma divertida nos muestra muchas sensaciones que uno tiene cuando estamos en la misma situación.
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