Las
emociones son un “sistema de señales” que nos dan información y nos señalan lo
que necesitamos en un momento determinado para organizar nuestra conducta y
orientar nuestras acciones. Cada una de las emociones son signos que nos ayudan
a prepararnos para responder a diferentes situaciones.
Puede que
en ocasiones la voz de nuestras emociones nos aturda, nos parezca desagradable o nos resulte
amenazante, y tal vez la primera reacción sea huir de ellas o esconderlas, sin
embargo, necesitamos escuchar sus mensajes y atenderlos, acostumbrarnos a
vivenciarlas sin juzgarlas buscando el mensaje que intentan comunicarnos, aprender
de lo que nos dicen, pues, detrás de su voz hay un mensaje que oculta una
realidad interna, un flujo de energía que busca expresar una necesidad, un
potencial de vida.
Las
emociones son, simplemente, expresiones naturales de nosotros mismos que
expresan una realidad interna, una necesidad. Constituyen un componente fijo de
nuestro programa de comportamiento. No son opcionales. No se pueden simplemente
desconectar. La emoción es energía que expresa una necesidad. Las emociones nos
informan de nuestras necesidades, y en la expresión de las emociones tomamos
contacto con nuestras necesidades; pero cuando evito sentir, cuando reprimo mis
emociones – cuando dejo de “escuchar su voz” -, dejo de entrar en contacto con
mis necesidades, en consecuencia dejo de satisfacerlas.
Las
emociones representan un sistema de información y evaluación que nos informa de
nuestra realidad, dándonos una carga afectiva. De esta forma cada emoción cumple
una función, y todas tienen una razón de ser. Las emociones nos brindan la
dirección que requerimos para actuar en cada situación. Las emociones nos dan
una referencia acertada de lo que nos sucede en un momento determinado, y la
energía adecuada para actuar en cada situación.
Así por ejemplo la rabia nos
informa que alguien ha traspasado nuestros límites, el dolor nos dice que ha
aparecido una herida, el miedo nos comunica nuestra necesidad de seguridad, el
placer nos ayuda a tomar conciencia de que nuestras necesidades están
satisfechas, la tristeza nos susurra del valor de lo perdido, la frustración
nos expresa que tenemos necesidades no atendidas – objetivos no alcanzados -,
la impotencia nos habla de la falta de potencial para el cambio, la confusión
nos expresa que estamos procesando información contradictoria.
Cada emoción
tiene su propio mensaje e intensidad, cuando nos conocemos a fondo, podemos descubrir realmente qué es lo que está sucediendo con nosotros, porqué estamos actuando de una u otra forma, podremos entonces lograr una mejor aceptación con respecto a nuestra forma de ser y de actuar y una mejor comprensión hacia las personas con las cuales interactuamos.
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