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Elegir perdonar... es mejor que andar por la vida guardando rencores y resentimientos


Una de las cosas que  muchas personas  todavía  hoy  no se  acostumbran  es a saber decir que: "lo sienten" y ser capaces  de  pedir perdón y/o de perdonar. 
Es la base de la mayoría de los conflictos... la falta de saber  perdonar y la falta de saber pedir perdón.

¿Qué implica el perdonar? Sencillamente a no tener más en cuenta la ofensa bajo ninguna circunstancia... es decir, renunciar a conservar la ofensa en el corazón y renunciar a toda venganza.
Perdonar es una expresión del verdadero amor, es una renuncia al yo (ego) herido. 
Y... pedir perdón es una obligación si queremos restaurar una relación. Pedir perdón es señal de humildad pero también de fortaleza, porque nos despojamos de nuestro orgullo, más nunca deberá ser una excusa para seguir haciendo siempre lo mismo.   

Es por eso que quizá una de las frases más estúpidas que se oye es que: "amar significa no tener que decir  nunca lo siento". Estas diez palabras sin duda alguna, son totalmente imprescindibles en cualquiera que sea la relación de amor que se mantiene. Se tienen que pronunciar muy a menudo con la pareja, con un herman@, con un amigo, con un compañer@ de trabajo  y hasta con un simple conocido. 

Es por eso que no nos debería suponer tanto esfuerzo el pronunciar frases tales como: “por favor perdóname”, “lo siento me equivoqué”, “espero que me disculpes” etc.
El perdón es sin duda un remedio necesario para evitar vivir en constante cólera y resentimiento, algo que sin duda alguna, haría nuestra vida muy miserable y dura por la constante sensación de necesidad de venganza hacia la persona o personas que nos han agraviado.

Es importante saber evitar este círculo vicioso en el que una vez  hemos entrado, resulta bastante complicado salir, ya que lo único que se consigue es entrar en una situación de constante amargura.

Con el perdón lo que se consigue es dejar atrás esa situación dolorosa y avanzar hacia un futuro más halagüeño, o por lo menos un futuro sin resentimiento perpetuo.

En ocasiones quizá nos cuesta más admitir un perdón cuando  vemos que no es en ningún caso sincero.
Quizá en ciertas situaciones de nuestra vida las palabras “perdón” o “lo siento” han sido pluriempleadas en muy diversas ocasiones, lo que nos lleva a pensar si realmente en todas ellas era así o se han convertido en un comodín.

En otros casos la "ceguera" nos impide ser objetivos y no nos permite ver nuestro error, lo que nos lleva a prolongar la situación de malestar por no ser capaces de ver la viga en el ojo propio y sí ver la paja en ojo ajeno.

Y en casos ya más extremos, es el propio orgullo el que nos impide dar nuestro brazo a torcer y admitir nuestro error a la vez que pedimos una disculpa a la persona que hemos ofendido..

Estamos inmersos en un juego en que constantemente enviamos mensajes, unos más complejos que otros, en los que transmitimos nuestras intenciones o deseos de complacer u ofender a otra persona, de hacer el amor o la guerra, o de acercarnos o en su defecto alejarnos de esa persona.
Lo que sí que esta claro es que el roce diario con las personas nos lleva a conocer muy detalladamente los puntos débiles de quienes nos rodean.
Ya sea para bien o para mal siempre sabemos cómo y dónde están esos puntos más sensibles con los que hacer reaccionar a la otra persona.
Evitemos pues alargar esos malos ratos que todos pasamos y tratemos de tener un poco de empatía, para así conseguir el punto de vista del otro, desde donde abandonar la tendencia tan extendida hoy en día,  de culpar de todo a los demás... Y así ser capaces de asumir nuestras propias responsabilidades.

Fuente: Tomado de un artículo de Juana Laura Moretti 

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