Pensemos en una profesión que dista de estas bastante... como la de camarero.
Imagina que estás en tu bar favorito y que te pueden atender dos camareros. El primero, al ver que es la primera vez que estás en el local, te lo pregunta, se interesa por tus gustos, ve si te dejas asesorar y si te apetece te sugiere lo que tienen, te sirve con atención y te hace sentir bien tratado.
El segundo, se limita a tomar nota de lo que pides y te sirve con corrección.
Pese a que ambos son camareros del mismo local y seguramente cobran lo mismo, el primero está aportando un gran valor añadido al cliente. El primero aporta un valor adicional, un valor creativo.
El segundo, se limita a la realización de su trabajo, formando parte de lo que se conoce como... reactivo.
La gran clave es descubrir que todos podemos -si queremos- formar parte de estos creativos. El problema, es que entrar a formar parte de esta clase, requiere un esfuerzo adicional y que este esfuerzo individual no siempre es valorado a nivel económico ni a nivel personal. Esto hace que algunas personas no se sientan motivadas y que no quieran dar ese punto generoso y verdadero, pero quien si lo valora... eres tú mismo, descubres tu gran creatividad y capacidad para dar de si un poco más.
Algunos ejemplos del lenguaje que usa una persona reactiva y una creativa.
Lo Intentaré ... reactivo
Así soy... reactvio
No puedo hacer nada más... reactivo
Debo hacerlo... reactivo
Lo Haré... creativo
Puedo mejorar... creativo
Evaluemos otras alternativas... creativo
Quiero hacerlo... creativo
¿Con cuál te identificas?
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