Enfermamos porque no perdonamos y sentimos necesidad de vengarnos... enfermamos porque muchas veces no somos capaces de hablar claro y defender nuestros puntos de vista.
Enfermamos porque nos falta valor para afrontar la vida con todos sus altibajos, porque nos falta confianza en nosotros mismos, porque nos rechazamos... porque queremos controlarlo todo, porque estamos llenos de culpas y remordimientos... y no somos capaces de perdonarnos, y tampoco perdonamos de corazón a los demás.
Que difícil es comprender nuestro malestar y el malestar de las personas que nos rodean, si pudiéramos entender que cuando alguien nos grita, nos ofende... nos critica o nos hace daño, en la mayoría de los casos no lo hace porque nos quiera mal, sino porque esa persona se siente mal, algo malo está pasando por su vida.
Recuerdo que una persona muy
especial me dijo: cuando alguien esta
mal es como un animal herido, tu tratas de ayudarlo pero el no entiende... entonces
te ataca!
Muchas
veces la rabia contenida nos lleva al
enojo y ese enojo genera angustia y cuesta manejarla, esto sucede
porque en ocasiones sentimos temor de decir lo que nos pasa, por miedo a
que nos dejen de querer o nos dejen de aceptar, o sencillamente por miedo a que el otro sea quien se
enoje con nosotros.
Otras veces nos guardamos dentro lo que queremos decir, porque pensamos que si lo
decimos tal vez lastimemos al otro, cuando en verdad a quien lastimamos es
a nosotros mismos y como una consecuencia más de ese proceder llegan enfermedades que van haciendo su nido en nuestro ser.
A veces preferimos transitar el camino de enojarnos en
silencio en vez de hablar o explicar lo que sentimos, o bien nos aislamos
cuando en realidad así estamos pagando un precio que no queremos ni debemos
pagar.
Cuando el
enojo se instala, comienza el dolor... nos conduce al rencor y del rencor pasamos al resentimiento, es en ese momento donde iniciamos la etapa de ir dañando nuestro organismo, perforando células, órganos... y poco a poco iniciamos el camino hacia una serie de enfermedades, que de otra forma no se hubieran presentado... Y así andamos
por la vida como un oso herido, dándole manotazos y mordiscos a todo aquel que
intente ayudarnos.
Estoy
convencida que solo liberándonos de todo ese enojo instalado allí dentro,
encontraremos el equilibrio y la armonía que nos permita tener una buena salud y además ser seres armoniosos, tolerantes y pacíficos.
Sin embargo es preciso aclarar que
es normal tener dificultades con otras personas, pero mientras exista la tolerancia, el respeto, los valores... los principios, a pesar de las diferencias
continuaremos funcionando como amigos, familias, compañeros, vecinos, etc. y lo que es mejor, saludables.
Y bueno... llegamos al punto, liberarnos de algunas enfermedades sólo se puede hacer a través del perdón, aclarando que perdonar no es lo mismo que excusar, justificar... en realidad perdonar no es una opción... es una decisión para todo
aquel que desee paz interior y una mejor salud, libre de tantas enfermedades que han tenido su origen en esas emociones que no han logrado salir de nuestro cuerpo.
Perdonar de
corazón, con el alma, no nace solo, se aprende con el día a día, y esto lo logramos cuando
entendemos que perdonar libera al que perdona, no al que recibe el perdón.
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